Resumiré mi opinión en el texto que voy a poner de Orroe, es exactamente lo que pienso. asi que disfrutadlo y ya me direis que tal:
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Algodones
Si matemáticamente hablando, hasta yo que soy algo cabroncete en este asunto, lo reconozco, he aceptado que Sebastian Vettel es un digno tetracampeón del mundo porque ha hecho números para ello, tengo que afirmar que lleva tiempo molestándome el empeño que tiene alguna gente en que los que tenemos la piel tan sensible como un servidor veamos negro lo que a todas luces parece blanco níveo, y más aún, el nivel de hartazgo al que pueden llegar los exponentes públicos de Red Bull en esa cruzada que han desplegado para conseguir que nos pongamos gafas de ciego.
Aquí, el manús de las bebidas energéticas, don Dietrich, quien en 2010 proclamaba a quien quisiera escucharlo que prefería que su escudería quedara segunda a ganar como Ferrari ?se refería a aquello del «Fernando is faster than you»?, en vez de explicarnos por qué Mark Webber acumula el récord de desastres e incidencias mecánicas en pista y boxes, en el seno de la escudería que hoy por hoy es tetracampeona del mundo y un ejemplo para todos; o darnos razón de por qué los Toro Rosso, escuadra nominalmente rival de la de Milton Keynes pero de su propiedad, no lo olvidemos, se apartan en pista sin ofrecer resistencia en cuanto divisan por los retrovisores al héroe de todos los tiempos, no contento con que sus quejas de primavera sobre las Pirelli hayan ayudado a viciar un campeonato que muy bien habría podido ganar su equipo sin tantas chorradas, tacha a Fernando Alonso poco menos que de instigador de la guerra psicológica que se ha desatado alrededor del buenazo de Seb, y por supuesto, de los abucheos que ha sufrido.
El chaval, como conocemos de sobra, se distingue por conducir fabulosamente con viento de popa (no lo discute nadie), por prolongar ad nauseam esa cosa que llaman la suerte del campeón, por parecerse hoy a Ayrton Senna y mañana a al chueco de Balcarce (¡Dios, vaya dos comparaciones en una misma frase!), por poner nombres cochinos a sus coches, por ayudar a la gente de su escudería a cargar bultos pero también por llevarse los dedos a la sien y tildar de loco a su compañero porque se resistió a un adelantamiento imposible, por calzarse a Jenson a la entrada de Bus Stop, por perder los estribos e insultar a Narain, por pedir por teléfono que le quiten de en medio a Kimi o a quien le moleste sobre el asfalto, o por pasarse por el forro de los cogieron todas las Multi que sea capaz de imaginar el tibio de Horner. Pero sobre todo, porque necesita al Nano para ser quien es, porque sin el de Oviedo mordiendo el polvo, la inversión que se ha hecho sobre Sebastian pierde una buena parte de su retorno económico.
Sí, lo estoy diciendo tal cual lo leéis, y si hay a quien le duele o no le gusta lo que estoy escribiendo, le recomiendo que se ponga una tirita o tome un ibuprofeno, porque si don Dietrich, dos días después de que su chico se haya proclamado el tetracampeón más joven de la historia de nuestro deporte, en vez de alabarle tiene necesidad de explicarnos por qué se le critica aludiendo al asturiano de Maranello, es que tiene un problema y grande, porque los aficionados a todo esto no somos consumidores de sus latas ni mucho menos idiotas.
Para colmo tenemos buena memoria, lo que supone un hermoso handicap para el austriaco. En todo caso, Vettel ha ganado matemáticamente su cuarto entorchado aunque hay a muchos a los que no nos convence, pero si este hito no le satisface lo suficiente al padre de la idea hasta el punto de que siente la necesidad de seguir señalando a Alonso como parte del problema que sufre su pupilo, cabe pedirle que deje de hacer el imbécil, entre otras cosas porque Seb no se lo merece, y también porque si llevaba razón Marko en aquello que dijo hace tiempo al respecto de que el crío no lee periódicos, no pierde el tiempo en redes sociales, entra el primero en la fábrica y sale el último, lo de la guerra psicológica queda en puritita salva de fogueo.
Muhammad Ali, Cassius Clay, intentaba amilanar a sus rivales sobre el cuadrilátero, sobre el terreno, incluso intentó hacerlo con el duro Foreman. Oliendo su aliento, bramando amenazas y exagerando gestos a pocos centímetros de sus caras, cosa imposible que pueda hacer Fernando con Sebastian, pues a ambos les separa un mullido cinturón de algodones que protege al niño incluso de su compañero de escudería.
Os leo.
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