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REPORTAJE

Crónica de un fin de semana en Monza (y II)

Crónica de un fin de semana en Monza (y II)

Redacción   29 de Septiembre 2010 08:40

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Crónica de un fin de semana en Monza (y II)

Hace tan sólo unos días se disputó el Gran Premio de Singapur por las calles de Marina Bay, y apenas dos semanas antes me encontraba en Monza disfrutando del Gran Premio de Italia. Esta es una de las razones por las que la Fórmula 1 recibe el apelativo de Gran Circo. En sólo 14 días, los equipos y pilotos —y toda la parafernalia que los rodea— han cruzado el planeta y la historia, pasando de un Gran Premio con más de tres generaciones a otro con tan sólo tres años de vida y que, sin embargo, ha cambiado la historia de la Fórmula 1 al ser el primero en disputarse de noche.

SÁBADO

El ambiente de aquel sábado en Monza superaba lo visto en la jornada del viernes. El color rojo ya era manifiestamente predominante y la presencia de españoles convertía el Gran Premio de Italia en una suerte de tercer Gran Premio español.

Esta jornada de sábado comenzaba con un encuentro con el piloto español de GP2 Dani Clos, al que pude saludar gracias a la colaboración de su club de fans oficial. En el trato directo, el piloto de Racing Engineering confirma lo que todos dicen de él: es una gran persona y un tipo muy abierto. Aunque no tuvo suerte en las dos carreras italianas, sigue cuarto en la clasificación de la GP2 Series, a menos de 10 puntos del tercero.

La tercera sesión de entrenamientos libres estaba a punto de comenzar, así que decidí aceptar la invitación recibida y la viví en compañía de los clubes de fans de Pedro de la Rosa y Dani Clos, los cuales colocaron sendas pancartas de más de 5 metros con los colores de la bandera española. Deportivamente hablando, los libres 3 no aportaron claramente datos a favor de un piloto o equipo en particular, aunque la sensación —o más bien deseo—que tenía toda la Tribuna Museo era de una batalla dominical entre Ferrari y McLaren.

Crónica de un fin de semana en Monza (y II)

Las dos horas que separan los libres tres y la sesión de clasificación no dan para mucho, más cuando entre medias está la clasificatoria de la Porsche Supercup. Nunca he entendido muy bien el porqué de la presencia de esta carrera soporte en los Grandes Premios, ya que a pesar de ser muy espectacular rompe un poco la uniformidad de monoplazas que hay en el resto de carreras.

La hora de la verdad había llegado. El reloj marcaba las 14 horas y la luz verde en el pit lane dio paso a las primeras vueltas en la Q1. Por lo visto en todas las sesiones de entrenamientos libres, un Sauber estaba condenado a acompañar a los tres equipos nuevos en el primer corte. Sin embargo, un problema en el Force India de Vitantonio Liuzzi permitió a los dos Sauber entrar en la Q2.

El tercio medio de la clasificatoria no deparó ninguna sorpresa, ya que el hecho de que Michael Schumacher no entre en la Q3 es algo que por desgracia para sus aficionados está pasando con cierta frecuencia. Estando a las puertas de la Q3, caí en la cuenta de que el fin de semana estaba llegando irremediablemente a su fin, y aún no había podido recorrer todo el circuito de Monza.

Mientras pensaba en ello al salir en busca de algo para comer y beber en los puestos aledaños a la pista, advertí que en el helipuerto en el que aterrizaban los helicópteros de los Vips —como Emilio Botín, Presidente del Banco Santander, al que algunos aficionados españoles recomendaban que se acordase de Pedro de la Rosa—, un cartel anunciaba la posibilidad de contratar vuelos panorámicos sobre el Autodromo Nazionale di Monza.

Crónica de un fin de semana en Monza (y II)

No lo dudé ni un instante. Cuando la luz verde del semáforo del pit lane se encendió para la Q3, me encontraba sentado en la parte de atrás de un pequeño helicóptero que despegaba hacia el cielo italiano. La verdad es que la sensación fue indescriptible, además de por ser mi primer vuelo en helicóptero, por el hecho de poder contemplar todo el circuito al completo desde el aire.

Fue realmente increíble poder ver el antiguo óvalo peraltado del circuito de Monza en su totalidad, y percibir como el paso del tiempo a través de la vegetación trata de borrar los vestigios de la época dorada del automovilismo europeo. Como si una pista de 'slot' gigante se tratase, veía a los monoplazas recorrer la pista en busca del mejor tiempo que les diese la opción de salir en la pole.

Una aquel maravilloso sentimiento concluyó en forma de aterrizaje, rápidamente fui informado de que Fernando Alonso había conseguido la pole. No me importó no haberlo sabido en directo. La magia que desprendía haber sido testigo desde el aire de la primera pole de Alonso en Monza con Ferrari, compensaba el no haber seguido los tiempos vuelta a vuelta desde la grada con las pantallas gigantes.

Tras recuperar energías, y antes de acudir al paddock de las categorías soporte, al que accedería gracias a la invitación de un mecánico del equipo suizo de la GP3 Jenzer Motorsport, decidí dar un paseo por los aledaños del paddock de la Fórmula 1 con la esperanza de encontrarme a algún personaje como el día anterior. Y lo cierto es que no fue un paseo en balde.

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Cuando cruzaba delante del 'motorhome' del fabricante de llantas italiano Magnetti Marelli, advertí que Luca Cordero di Montezemolo salía por la puerta de invitados. Al contrario que hubiese pasado con cualquier otro jefe de equipo o piloto, la multitud le abrió camino y un profundo respeto hacia la máxima autoridad de Ferrari se respiraba en el ambiente. Nadie se acercó a estrecharle la mano o a pedirle una foto o un autógrafo, todos se limitaron a lanzar vítores a favor de la Scudería, y a dejarle paso hasta el coche FIAT que le esperaba en la puerta.

Unos metros antes de llegar a la puerta del paddock de la GP2 y GP3, pude saludar al triple campeón mundial escocés Jackie Stewart, quien amablemente saludó a todos los que le ofrecieron la mano. También allí me encontré con el presidente de Hispania, José Ramón Carabante, quien, como ya avanzamos en F1 al Día en exclusiva, se dirigía al encuentro del piloto español Pedro de la Rosa acompañado de su jefa de prensa.

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La visita al paddock de la GP2 fue agradable, aunque no había mucha gente deambulando por la calle formada entre los 'motorhome' de las escuderías. Rápidamente advertí el motivo: todas las personas VIP e invitados estaban congregadas alrededor del box del piloto venezolano de Rappax, Pastor Maldonado. Aún no había conseguido el título pero sí era virtualmente campeón. Desde lejos, ya que era imposible entrar con la cantidad de gente que había, pude darle la enhorabuena. Él, amablemente, me respondió con el pulgar de su mano derecha hacia arriba. Parece una buena persona.

Antes de abandonar el paddock de las categorías soporte en dirección al coche que me llevaría a mi apartamento en Milán, pude asistir a la salida de los monoplazas de la GP3 en dirección al pit lane improvisado que desembocaba unos metros antes de la curva Parabólica. Muchos de los jovencísimos pilotos calaban al meter la primera velocidad, y se veían obligados a ser asistidos por sus mecánicos para que les arrancaran de nuevo el motor. La pole conseguida por Esteban Gutiérrez fue suficiente para proclamarse primer campeón de la GP3 con ART Grand Prix.

DOMINGO

A pesar de que tenía asiento reservado y que no necesitaba llegar muy pronto al circuito, quise estar allí desde primera hora de la mañana y disfrutar de cada detalle, de cada imagen que se pudiese producir en un día tan especial para miles de 'tifosi'. En primer lugar decidí comprobar los ánimos con los que pilotos y equipos acudían a la 14.ª carrera de Fórmula 1, y para ello acudí a la puerta del parking donde los pilotos y miembros de las escuderías aparcan sus coches.

Los primeros en llegar fueron los ingenieros y jefes de algunos equipos. Asombrosamente ninguno de ellos ponía reparo a pararse a firmar autógrafos y a hacerse fotos con los aficionados a pesar de la tensión que acumularían sobre sus hombros ante la carrera. Christian Horner y Adrian Newey (Red Bull), James Key (Sauber), Toni Cuquerella (Hispania) o Norbert Haug (Mercedes) fueron algunos de los que aparecieron, aunque sin duda, el que mayor revuelo creó fue el jefe de Ferrari. Domenicali, quien a pesar de no quitarse el casco de la moto con la que llegó, fue rápidamente reconocido y asediado por los allí presentes.

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Al rato comenzaron a llegar los primeros pilotos: Heikki Kovalainen, Jarno Trulli, Adrian Sutil, Vitantonio Liuzzi o Sakon Yamamoto, mientras que los grandes candidatos al título accedían al paddock directamente en su coche. Fue el caso de Fernando Alonso, a quien le costó atravesar el grupo de aficionados que le esperaban con el Maserati que conducía. A la gente no le importaba ser empujada por la organización del Gran Premio, todos querían ver de cerca a su ídolo, el cual sonreía agradecido desde su deportivo. Al cruzar la barrera, Alonso se bajó del coche y saludó a todos los fans agitando la mano.

A partir de este momento ya sólo quedaba a los aficionados acudir a su respectiva grada y esperar a que pasasen pronto las horas hasta que se produjera la salida. Aquí en Italia, el 'Drivers parade' se hace desde el clásico autobús descapotable, algo que creo que no está a la altura ni del circuito ni del ambiente. Debería optarse por el paseo individualizado de los pilotos en coches clásicos o deportivos, como, por ejemplo, se vio esta semana en Singapur o en Melbourne y Barcelona.

Al fin llegó el momento más esperado de todo el fin de semana, y, en mi caso, de toda una vida de aficionado a las carreras. Los 24 monoplazas se terminaban de colocar en sus respectivas posiciones de parrilla tras la vuelta de formación, y los aficionados comenzaban a descolocarse en sus respectivas butacas: nadie permanecía sentado, todos buscaban subir un peldaño más.

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El semáforo rojo de salida comenzó a encenderse tras la orden de Charlie Whiting: uno, dos, tres, cuatro, cinco luces y ¡acción! Gran salida de Jenson Button que se empareja con Fernando Alonso y le consigue adelantar en la primera variante. No hay tiempo para lamentaciones en la grada, los aficionados ven que en la salida de la curva Biassono Lewis Hamilton se está acercando mucho a los dos Ferrari.

Apenas quedan 200 metros para la segunda variante y Hamilton intenta pasar a Felipe Massa, pero ha conseguido cerrar bien la puerta quedándose la rueda delantera derecha de Hamilton entre el pontón y la trasera izquierda de Massa: rotura de la dirección para Hamilton y excursión por la puzolana de la curva de Lesmo sin billete de regreso . El estruendo es impresionante en las gradas. Jamás pensé que un abandono de Hamilton se podía celebrar más que en Montmeló, pero estaba equivocado.

La alegría de los 'tifosi' era insuperable —aunque mee volvía equivocar—. En la vuelta 36 para en boxes Button, aún líder de la carrera, y su equipo responde con una gran 'pit stop'. Alonso, animado por su ingeniero de pista corre al límite para lograr recortarle alguna décima a Button y entra en boxes en la siguiente vuelta. La algarabía se convierte en un silencio sepulcral, la tensión se puede respirar en el ambiente.

Ahora es Button al que le piden que corra como si le fuese la vida en ella. La parada del equipo de mecánicos de Alonso es impresionante, pero nadie sabe si será suficiente. Alonso sale del pit lane totalmente emparejado con el británico y ambos bloquean ligeramente al entrar en la primera variante. Alonso aguanta el primer embiste. La gente estalla liberando la tensión acumulada durante los 22 eternos segundos que duró el paso del asturiano por el pit lane. La fiesta invade todo Monza, toda Italia; las gradas se tiñen aún más de rojo y Alonso se dirige a una nueva victoria. La primera en Monza con el equipo Ferrari.

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Con la bajada de la bandera de cuadros, los aficionados dejan las gradas como una exhalación y se disponen a llevar a cabo como cada año una invasión total del trazado. Es increíble lo rápido que se abre la pista, es sensacional tocar el asfalto con las manos por donde apenas acaban de pasar los monoplazas a más de 300 km/h. Unos se dirigen a la recta de meta, otros se fotografían con los monoplazas accidentados que traen las grúas y otros, como un servidor, intentan recoger todo objeto que me recuerde dentro de muchos años que estuve en la primera victoria de Alonso con Ferrari en Monza.

Un puñado de la puzolana de la primera variante y unos cuantas pelotitas de goma de los neumáticos están ya en mi bolsillo, cuando el himno de España comienza a sonar por fuerza por la megafonía del circuito. La gente disfruta del momento. Españoles, italianos y ferraristas de todo el mundo se funden en una única marea roja que cubre toda la recta principal, el himno de Italia sirve de ritmo para el desplazamiento acompasado de la misma.

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Uno de los mejores fines de semana de mi vida llegó a su fin. Por la megafonía suena "Toréador, en garde" de la ópera "Carmen", y mientras atravieso el Parque de Monza en dirección a mi coche de alquiler, cierro los ojos y me imagino en 1964, cuando también dos pilotos de Ferrari — John Surtees y Lorenzo Bandini— ocupaban el primer y tercer cajón del podio, curiosamente con el fundador del equipo en el que ahora corre Button —Bruce McLaren— en segunda posición con un Cooper-Climax.

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