
La última guerra de neumáticos en la F1 tuvo lugar en el año 2006, cuando Michelin abandonó el deporte y dejó a Bridgestone como único suministrador de neumáticos. Pirelli reemplazó a la marca japonesa al comienzo de la temporada 2011. Pero Hembery ya ha dejado claro que los aficionados no están interesados en ver una lucha entre suministradores de neumáticos y cree que si hubiera guerra, los costes volverían a aumentar.
Una opción poco viable
"Tendríamos que ver el reglamento primero y ver lo que implica tener una guerra de neumáticos. Si eso implica gastarse 100 millones de euros para ir medio segundo más rápido, sin poder demostrar que tengas el mejor neumático, no tiene ningún sentido. Ya vimos eso en el pasado. Solamente te ganas una buena reputación en la F1 como suministrador si haces un Indianápolis y paras la carrera. Por último, nadie pudo realmente descifrar qué ruedas iban en cada coche durante la guerra de neumáticos. Nadie lo sabía, porque todo el dinero se estaba gastando en tratar de tener un rendimiento que el público no veía. Y si los espectadores no lo ven, nosotros no lo entendemos", explicaba Hembery.
Recordando el fiasco del Gran Premio de Estados Unidos de 2005, donde solamente los seis coches que llevaban ruedas Bridgestone empezaron la carrera, Hembery comentó que una guerra de neumáticos podría no ser segura: "Todos los equipos con los que he hablado no quieren una guerra de neumáticos. Lo ven como un mal gasto de dinero en un área que ellos no pueden controlar. Y luego está la seguridad. Las compañías de neumáticos traspasarían las barreras de seguridad, porque es así como consigues rendimiento. Como vimos en Indianápolis, ese es el efecto último de una guerra de neumáticos. No creo que eso sea bueno para los fabricantes de neumáticos y, ciertamente, nada bueno para el deporte".