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El caos provocado por el Mediterráneo inaugura Montecarlo
'LA POESÍA DE LA F1'

El caos provocado por el Mediterráneo inaugura Montecarlo

El caos provocado por el Mediterráneo inaugura Montecarlo

Sergio Lillo   21 de Mayo 2014 16:17

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El caos provocado por el Mediterráneo inaugura Montecarlo

Era 21 de mayo de 1950 y la Fórmula 1 había comenzado a recorrer de manera oficial los trazados que tantos años llevaban haciéndose hueco en la memoria colectiva de los aficionados al automovilismo a través de aquellos héroes a los mandos de bólidos sin frenos de disco ni centralitas electrónicas. Hacía una semana que el primer Gran Premio oficial de la nueva categoría había tenido lugar. Silverstone como punto de partida a la Historia. Gran Bretaña como kilómetro cero de la poesía de los Ascari, Fangio o Farina.

Los Alfa Romeo 158 habían copado el primer podio de la Fórmula 1, con Giuseppe Farina en lo más alto respaldado por Luigi Fagioli y Reg Parnell, que no volvería a pisar un podio con aquella sonrisa torva natural de Derby. En Montecarlo, con el cielo azul de la Costa con el mismo nombre y las calles carentes de guardarraíles como escenario único para celebrar una carrera de Fórmula 1, la Scuderia Ferrari -liderada por 'Il Commendatore'- hacía su debut oficial con tres '125' oficiales propulsados por un V12 que otorgaba 230CV a sus pilotos.

El otro Ferrari

Junto a los tres pilotos oficiales seleccionados personalmente por Enzo Ferrari -Luigi Villoresi, Alberto Ascari y Raymond Sommer- figuraba la inscripción de un cuarto monoplaza construido por 'Il Cavallino' pero alineado por cuenta propia por Peter Whitehead, un británico de Menston que -a sus 36 años- decide probar suerte con su '125' en el Gran Premio de Mónaco.

Whitehead fue el primer hombre al que 'Il Commendatore' vendió un Ferrari cuando corría el año 1949, además de ser el primer ganador de una carrera en el legendario circuito australiano de Mount Panorama. El británico lograría su único peldaño del podio en la Fórmula 1 en Reims en aquel año de 1950 pero en las calles de Montecarlo no llegó a poder alinearse en parrilla debido a un fallo en el motor italiano.

Comienza el dominio argentino

La doble clasificación del jueves y el sábado configuraría una parrilla particular en comparación con lo que observamos a día de hoy. Los cinco primeros serían los mejores tiempos de la clasificación del jueves, mientras que el resto de los pilotos saldrían -a partir de la sexta posición- en función de los mejores tiempos del sábado. Además, la Fórmula 1, en su primer año de existencia como tal, tenía la particularidad de formar las líneas de arrancada impares con tres monoplazas mientras que las pares estaban formadas por dos vehículos.

La lluvia ya regaló momentos de incertidumbre en la sesión clasificatoria, pero Juan Manuel Fangio supo sobreponerse al temor de los muros cercanos y el suelo resbaladizo para comenzar a construir su leyenda tras su obligado abandono en la primera carrera de la temporada por una fuga de aceite en su Alfa Romeo. El argentino aventajó a Giuseppe Farina en dos segundos y sise décimas. Una eternidad en los 3.181 metros de aquel Mónaco de adoquines lisos, pamelas tras las barandillas y pantalones de raya para los pilotos.

El caos provocado por el Mediterráneo inaugura Montecarlo

El caos en Tabac tiene al Mediterráneo como responsable

El vértice de 'Tabac' estaba configurado por una baranda de piedra que separaba las embarcaciones del puerto de Mónaco de la calle adoquinada con un bar en la esquina exterior de la curva. La salida se daba desde algunos metros más allá de la famosa piscina, presentando la 'Rascasse' en su configuración de horquilla antigua como primera curva a sortear por los 19 participantes clasificados para el primer Gran Premio de Mónaco de la Fórmula 1. Fangio traccionaba mejor con su Alfa Romeo 158, dejando tras de sí a su compañero de equipo, Giuseppe Farina. Pero la peor de las sorpresas esperaba a los intrépidos aventureros en la última curva antes de enfilar la entrada a meta para completar la primera vuelta de las 100 estipuladas.

Con una menos de la centena por delante, Mónaco se iba a cobrar sus primeras 'víctimas' aquella tarde de mayo. Una fuerte marejada en el Mediterráneo había provocado intensas olas que, desde el puerto, entraron con fuerza en las calles cercanas de Montecarlo. De ese modo, los pilotos se encontraron con un vértice de 'Tabac' encharcado por la ola mediterránea y el caos imprevisible se desató.

Farina era la primera víctima, al trompear y destrozar la trasera de su Alfa Romeo, mientras veía, impotente, como Fangio salía indemne y Ascari trataba de seguirle con su flamante Ferrari 125. José Froilán González y Luigi Fagioli seguían al italiano junto a otros siete participantes. La curva de Tabac se convertía en un embudo donde el resto de corredores tuvo que sortear a mecánicos, viandantes que trataron de ayudar a los pilotos y retirados que se sentaban en las barandillas con vistas al puerto.

El incendio en el coche de Froilán González

El fornido piloto argentino conseguía escapar de la montonera pero el toque inicial provocaba una fuga de aceite en su Maserati y las llamas rodeaban el vehículo de Froilán González en la vuelta dos. El piloto sudamericano tuvo que ser rápidamente atendido y se perdería las dos siguientes pruebas como consecuencia de las graves quemaduras sufridas en aquellos años donde los monos ignífugos eran una utopía del futuro y las camisas -de manga corta en muchos casos- hacían juego con los pantalones a raya dentro de los cockpit.

Nueve coches y 99 vueltas por delante

Sólo nueve vehículos lograron salir indemnes de la escabechina provocada por las olas del mar Mediterráneo en 'Tabac'. Ferrari era el único equipo que había salvado por completo sus muebles y la batalla entre Villoresi y Ascari se desataba tras superar ambos a Philippe Etancelin, que a bordo de su Talbot había heredado la segunda posición cedida por el accidentado Froilán González.

El francés de Rouen abandonaría en la vuelta 36 por una fuga de aceite y Sommer ascendía a la cuarta posición por detrás de sus dos compañeros de equipo. Pero el piloto galo debía aguantar la presión insaciable de un Louis Chiron que estaba dispuesto a romper el doble podio de la Scuderia Ferrari en su estreno en la Fórmula 1. A pesar del paseo imperial de Juan Manuel Fangio, por detrás del argentino y su Alfa Romeo las cosas no estaban tan claras y las sorpresas aún estaban por llegar en las calles monegascas.

El caos provocado por el Mediterráneo inaugura Montecarlo

Villoresi tenía problemas en la transmisión de su '125' y tenía que poner punto y final a su batalla con Ascari en la vuelta 63 del Gran Premio de Mónaco. Por detrás, las cosas se torcían para los intereses de 'Il Commendatore'. El veterano Louis Chiron, de 51 años de edad en aquel entonces, lograba superar al tercer Ferrari de Raymond Sommer en la misma vuelta que Villoresi decía adiós al podio. Mientras, un argentino sorprendía a los señores y señoras que poblaban las balconadas de piedra de aquel Mónaco de los años 50'.

Primer 'Grand Chelem' de la Historia

Tal fue el dominio de Fangio aquella tarde, que el argentino logró apuntarse, a base de cambiar a más de 100km/h de marchas y aguantar el volante a una mano en muchos vértices del revirado circuito del Principado, el primer 'Grand Chelem' de la historia de la Fórmula 1. Pole, vuelta rápida, victoria y liderato en las 100 vueltas de aquel domingo de mayo.

A una vuelta entró Alberto Ascari, logrando el primer podio de la historia del 'Cavallino', con el veterano y aclamado Chiron en tercera posición. Mónaco se cobró su precio ante los osados héroes que surcaron sus adoquines con la señora de la guadaña a sus espaldas. No hubo tragedia, ni pilotos al agua, ni diamantes perdidos en la puerta del Casino. Esas son otras historias. Otras leyendas del Principado.

En 'Tabac', aquel año, el Mediterráneo también jugó sus bazas y decidió barajar unas cartas que salieron ganadoras para uno de los mejores pilotos de todos los tiempos con pasaporte argentino. La belleza de la Costa Azul y el encanto de aquellos motores fabricados a mano; aquellos pilotos de acero y con tripa bajo la camisa; aquellos bólidos que soñaban con ser cada día más rápidos; brilló con la Fórmula 1 por primera vez en 1950. Era el comienzo de un idilio que perdura hasta nuestros días.

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